
En Pérez, Funes y Villa Gobernador Gálvez, a la asitencia alimentaria se suman en estos días pedidos de ropa, zapatillas y frazadas
Fuente: La Capital
Los comedores comunitarios de la provincia están a full. Al incremento de la demanda que significó la cuarentena por coronavirus, se le suma el invierno con pedidos de ropa, frazadas, zapatillas y todo lo que ayude a paliar el frío. En algunos lugares los mismos vecinos abrieron espacios nuevos, y los que ya existían ven la forma de poder satisfacer los pedidos de la gente, que ya no sólo es por comida.
Ante esta situación, los comedores apelan a la solidaridad de la población y a la ayuda de los gobiernos, con el objeto de poder seguir atendiendo a la población. La Capital consultó a cinco comedores comunitarios de Villa Gobernador Gálvez, Pérez y Villa Constitución, donde la realidad es recurrente.
Pancitas llenas, pero con frío
El 5 de abril este diario daba cuenta de la situación que ya vivía el comedor comunitario Pancitas Llenas, de Villa Constitución, que de 350 pasó a abastecer a más de 600 personas. Y en la semana que finalizó llegaron a los 877 empadronados. Pamela Garcilazo, responsable del lugar, cuenta que a la demanda alimentaria se sumó una necesidad que estalló con el invierno. «La gente pide abrigo, sobre todo calzado, es lo más preciado. El mismo problema lo tiene la gente de la parroquia», confiesa. Y asegura que el aumento de la demanda fue tal que «ahora no se puede volver atrás».
El tema de la ropa es adicional. «La gente no puede comprar, cuida lo poco que tiene. Pide también estufas, garrafas, es necesaria la colaboración de los vecinos» dice la mujer, cuyo teléfono de contacto es 3364-594304.
En Villa Gobernador Gálvez la situación no es muy diferente. Alejandra Nader pertenece al comedor Centro Comunitario Renovación Social (Pellegrini 3057), en barrio Cancha de Remo.
«Antes de la cuarentena teníamos un cupo de 240 personas y pasaron a 450. Damos el desayuno y el almuerzo de lunes a viernes. Empezaron a llegar muchas empleadas domésticas y albañiles que vivían de lo que hacían día a día», cuenta. Y abunda: «Tenemos familias que están en edades intermedias, no son viejos para jubilarse ni jóvenes para reiniciar una vida laboral plena».
El centro comunitario, que realizaba otras actividades sociales, ahora se aboca exclusivamente a la asistencia alimentaria. «Tenemos abuelos que duermen en la calle, piden algún colchón, más que otros años», exclama Nader. Y hasta tienen gente que se acerca para que la ayuden a «arreglar el techito o el piso porque les entra el agua».
Ahora, un grupo de voluntarios comenzará una prueba piloto: elegirán una familia al mes para arreglarles la casa. «Hay muchos pedidos, ojalá podamos», dice Nader y deja su contacto: 341-6022505.
En la Asociación Civil Carita Feliz, que desde el 2008 atiende en Mitre 2536 (V. G. Gálvez), la atención se duplicó. Marcela Franchini, su referente, indica que pasaron de 350 a 650 personas asistidas.
Allí también se da la demanda invernal. «Veníamos tratando de abastecerlos, pero ahora se nos complicó. Es que antes hacíamos colectas entre la gente, que compraba lo que podía o entregaba cosas en buen estado. Pero ahora no tiene dinero para adquirir esas cosas y cuida lo poco que tiene», explica.
Marcela revela que los que más ayudan son los que menos tienen. «Y en cuanto a la asistencia oficial, nosotros, que tenemos personería jurídica y todo en regla, no recibimos ningún subsidio, dependemos de la ayuda de la gente y de un mínimo aporte municipal, y también ayudamos a vecinos de Pérez, Pueblo Esther, Alvear y Roldán.
En Carita Feliz trabajan entre 15 y 20 personas, la mayoría jóvenes y adolescentes, entre ellos los hijos de la emprendedora. La ONG tiene dos páginas en Facebook, «Carita Feliz» y el propio de Marcela Franchini. Y un contacto: 341-2812801.
Rubén García es albañil, de chico migró desde el Chaco a Pérez. Vive con su esposa, tiene cinco hijos, dos ya independizados, y el resto en casa. «Yo sé lo que es pasar hambre. Por eso, cuando vimos que empezaban a pedir, ofrecimos nuestra casa para dar de comer», dice.
A Rubén le sorprendió que en el barrio no hay casas tan humildes, pero que nada detiene la demanda. «Repartimos comida a más de 200 personas. Necesitamos la ayuda de la gente para poder ayudar. Pegamos carteles, buscamos insumos, lo hacemos por amor», asegura.
El comedor Villa América Unida funciona en Rearte 2447, en el barrio que lleva su nombre, de Pérez. «Empezamos con una cantidad de raciones que luego no alcanzaron. Ahora tenemos más de 200 personas que vienen a pedirnos», dice.
Abrieron merenderos con copa de leche en Cabín 9 y en Malvinas Argentinas, en barrio Jardín. «Ahora mucha gente pide ropa de abrigo, frazadas, sábanas, calzado, sobre todo para los pibes. Juntamos y armamos un roperito, pero la gente en un ratito se lleva todo», cuenta .
Como el resto, necesitan de la solidaridad. El contacto de Rubén: 341-5895065 y 341-6833788.
Mauro Díaz tiene apenas 23 años y empezó con su familia hace poco más de dos meses en la casa de sus padres, en Pérez. «Nos planteamos qué hacer nosotros. Nunca nos faltó la comida. Por eso empezamos con merienda los sábados y domingos con Ayudar es Vivir, porque la provincia en ese momento se las daba los días de semana», cuenta.
A las dos semanas les sacaron las partidas a las escuelas y comenzaron a entregar bolsones cada 14 días. «Ahí decidimos hacer comida los jueves, sábados y domingos en Cabín 9, y viernes en barrio Control, donde vienen unas 120 personas. En Cabín 9 tenemos entre 250 y 270 vecinos que reciben merienda sábados y domingos, y 340 a quienes se les sirve el almuerzo», enumera.
Tienen también un roperito de indumentaria. Pero no pueden más. Ahora lanzan una rifa barrial para obtener fondos y comprar más ropa.
En el merendero son 12 jóvenes los que colaboran, más la madre de la familia, a quien le dicen «la Jefa».
Y para cerrar, Mauro narra un episodio que lo conmovió cuando en un barrio un chico les preguntó: «¿Cuándo van a volver? ¿Voy a tener que esperar 15 días para volver a comer?»
Para colaborar, llamar al 495-9452 o el celular de Mauro: 341-3279896.
No son los únicos comedores solidarios. Diseminados por la provincia, seguramente estos emprendimientos vienen padeciendo las mismas penurias. Y el deseo de ayuda sigue presente.
Cocinas solidarias en Arroyo Seco y Pueblo Esther
En Arroyo Seco se abrieron al menos cuatro cocinas solidarias, mientras que la entrega de indumentaria se tramita a través de Cáritas y las iglesias. Aunque no está cuantificado lo que significó eso a nivel de ayuda, desde el municipio el coordinador de Gabinete, Sebastián Ghione, recordó que en tres meses de cuarentena se entregaron más de 4 mil bolsones de alimentos, cuando el promedio era de entre 500 y 600 mensuales. La municipalidad colabora también con garrafas a familias ya identificadas. “Desde el sector privado se organizó la ayuda, el municipio buscó que la gente cumpliera el aislamiento y no se juntara. Por eso cambiamos el concepto de comedores por el de cocinas solidarias”, remató Ghione.
En Pueblo Esther, la ayuda alimentaria está concentrada en el municipio, que además atiende a tres merenderos, uno municipal y los otros por convenio, “Caritas Felices” y “La Colacho”, con las cuales se colabora con leche en polvo, azúcar, cacao y galletitas. Desde el área de Desarrollo Social, Patricia Rufer admite que el aumento de la demanda creció. “Desde marzo se registraron más de 500 llamados y mensajes al municipio para solicitar ayuda alimentaria, en una ciudad de 12.500 habitantes. Se asiste a la población con mercadería no perecedera de 11 productos básicos. Además, en Pueblo Esther contamos con un comedor municipal donde se cocinan diariamente 200 viandas calientes para más de 80 familias”.
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